No es difícil verme los sábados y domingos, por la mañana, entre las 8 y las 10h, pasear a Timy por la Plaza de España, y a veces, por la Alameda Apodaca. A esas horas la ciudad apenas se despierta, perezosa, ávida de seguir en los brazos de Morfeo, aún cuando el sol ya ha salido y la incipiente luz matutina inunda los últimos rincones de Cádiz. Pues en esos momentos de soledad, consigo observar y deleitarme con el ir y venir de las aves urbanas. Gracias a la ausencia de personas, los pájaros se sienten más libres para dedicarse a sus menesteres.
No solo se puede contemplar pálomas, gaviotas o gorriones. Si se pasea por la Plaza de España, la Alámeda Apodaca, la Plaza de Mina o los Jardines de los Cinco Continentes, tod@s ell@s en Cádiz, es posible escuchar cantos de diferentes aves: Mirlos, mosquiteros, tórtolas, petirrojos, currucas. Incluso, cuando la marea está baja, y las rocas de la Bahía de Cádiz cercanas a la Alameda Apodaca están visibles, se puede ver a algún cormorán, extendiendo sus alas negras, o sumergiéndose en las profundidades en busca de algún pez.

Puede sorprender la variedad avícola, sobre todo, si cuando paseamos por estos parajes, vamos absortos con nuestros MP3s, o pensando en la larga jornada de trabajo que nos espera. Creo que podriámos detener durante unos minutos nuestro frenético tren de vida para admirar la naturaleza que nos rodea, aquí mismo, a apenas unos metros de nuestros hogares urbanos.


